La crisis climática no es una amenaza lejana; está sucediendo ahora y sus efectos son cada vez más personales. A pesar del consenso científico generalizado, motivar acciones significativas requiere enmarcar el cambio climático no como un problema global abstracto, sino como un riesgo directo e inmediato para los individuos y sus comunidades. Investigaciones recientes confirman que cuando las personas perciben el cambio climático como una amenaza a su propia forma de vida, es mucho más probable que adopten comportamientos proambientales.
La psicología de la apatía
Durante años, el cambio climático se ha presentado como una catástrofe futura, un problema que “alguien más” debe resolver. Esta distancia psicológica permite que muchas personas permanezcan indiferentes. Estudios en seis países (Bulgaria, Grecia, Nigeria, Suecia, Reino Unido y Estados Unidos) muestran que los participantes estaban más motivados para apoyar causas como acabar con el hambre en el mundo que la acción climática cuando se les presentaron mensajes genéricos. ¿La diferencia clave? Las personas se conectan más fácilmente con problemas inmediatos y tangibles que afectan a otros que con amenazas abstractas y distantes.
Haciéndolo personal
Los investigadores probaron diferentes enfoques de mensajería para determinar qué es lo que realmente impulsa la acción. Las estrategias más efectivas se centraron en:
- Distancia psicológica: Destacar cómo el cambio climático impacta directamente a las personas y sus comunidades locales, en lugar de presentarlo como un problema global.
- Justificación del sistema: Enmarcar la acción climática como una defensa del propio modo de vida, aprovechando instintos patrióticos o protectores.
Sorprendentemente, los enfoques que se basaban en el consenso científico (por ejemplo, “el 99% de los científicos está de acuerdo”) o en llamamientos morales (por ejemplo, invocar el orgullo nacional) no lograron resonar. La gente responde con más fuerza a las amenazas directas que a los hechos abstractos.
La inundación a las puertas
El estudio subraya una verdad simple: es más probable que los humanos actúen cuando se sienten personalmente en riesgo. Una inundación que destruye la casa de un vecino es mucho más motivadora que un informe que predice el aumento del nivel del mar en otro país. La urgencia aumenta cuando los fenómenos meteorológicos extremos se vuelven frecuentes y predecibles. Una inundación que ocurre una vez cada 100 años, luego otra vez al año siguiente, y luego otra vez… obliga a reconocerlo.
“Cuando la inundación que ocurre una vez cada 100 años ocurre por tercera vez en otros tantos años y el agua cae por debajo de la puerta, es algo personal y está en casa.”
El cambio sistémico comienza con la conciencia individual
Abordar el cambio climático exige cambios sistémicos por parte de gobiernos y empresas. Sin embargo, esos cambios no se producirán sin la presión pública. Al enmarcar el cambio climático como una amenaza tangible y personal, podemos cerrar la brecha entre la conciencia y la acción. El objetivo no es asustar a las personas, sino despertarlas a la realidad de que el cambio climático no es un problema lejano; es un peligro presente para sus hogares, comunidades y futuro.
