El cometa Lemmon, que ha abierto un camino en los cielos del hemisferio norte en los últimos meses, ha cautivado a los astrónomos aficionados deseosos de capturar su danza celestial a través de la astrofotografía. Mientras que muchos fotógrafos muestran impresionantes imágenes de la coma luminosa y la cola fluida del cometa, otros han dirigido sus lentes a un espectáculo diferente: la red cada vez mayor de satélites que cubren nuestro cielo nocturno.
Estas impactantes fotografías revelan al cometa Lemmon rodeado no por una soledad estrellada sino por una intrincada red de delgadas y fantasmales rayas, cada una de las cuales traza la trayectoria de un satélite durante una breve exposición de la cámara.
Astrofotógrafos como Dan Bartlett informan que capturar una única imagen “limpia” sin estas rayas es casi imposible. “Cada subtrama que tomo… contiene al menos una racha de satélites, y normalmente más de una”, explica.
¿El culpable? Un cielo asfixiado por desechos orbitales. Actualmente hay alrededor de 13.000 satélites operativos orbitando la Tierra, una cifra asombrosa encabezada por la constelación Starlink de SpaceX, que cuenta con casi 9.000 naves espaciales. Solo SpaceX pretende desplegar otros 42.000 Starlinks, mientras que los competidores lanzan sus propias “megaconstelaciones”, aumentando exponencialmente la población de satélites.
Este dramático aumento en el tráfico orbital presenta un desafío para cualquiera que busque una vista prístina de las maravillas celestiales. Sin embargo, los astrofotógrafos todavía no se rinden ante las rayas. Las potentes herramientas de edición ofrecen un salvavidas.
“A pesar del enorme aumento del tráfico de satélites en los últimos años, eliminar los rastros de satélites en el posprocesamiento es bastante sencillo si se utilizan las herramientas adecuadas”, afirma Bartlett. Si bien el problema visual es innegable, añade que no disminuye por completo el atractivo de observar el cielo nocturno; a veces, incluso el avistamiento de un satélite que pasa puede ser una emoción inesperada.
La solución radica en capturar numerosas exposiciones breves en una sola sesión. Luego, estas imágenes individuales se apilan meticulosamente utilizando un software especializado que examina cada píxel. Se calcula un valor mediano para cada punto, descartando efectivamente los valores atípicos: las rayas fantasmales causadas por los satélites que cruzan el marco.
Este meticuloso proceso a menudo requiere al menos una docena de imágenes para garantizar datos adecuados para el algoritmo, como lo explica el astrofotógrafo Chris Schur: “Si tomas al menos una docena de imágenes para apilarlas… puedes usar un método combinado llamado Sigma Rejection”.
El resultado final es una impresionante imagen compuesta que muestra la cruda belleza del cometa Lemmon, una reliquia cósmica encerrada en su antigua danza alrededor del sol desde la formación planetaria hace miles de millones de años.
Este triunfo técnico subraya un punto crucial: la búsqueda del progreso tecnológico por parte de la humanidad, particularmente en las comunicaciones espaciales y el acceso a Internet, tiene un costo. Si bien las megaconstelaciones prometen conectar vastas zonas del planeta, al mismo tiempo oscurecen nuestra visión del cosmos.
